Mientras crecemos y aprendemos, entendemos que los errores son “malos”, son reprendidos o castigados. En la escuela, en los deportes, en la universidad y, al final, en los empleos somos regañados, amonestados y hasta expulsados dependiendo la gravedad de nuestros errores. Por más trillada que suene la frase “de los errores se aprende” ésta más verdad no puede abarcar. Creo que la primera palabra que aprendemos claramente es “no”. “No toques eso” “no te metas eso a la boca” “no corras”. Y si lo tocamos o lo comemos, va el regaño, claro que es válido porque es por el bienestar nuestro. A veces solemos escuchar el “déjalo o déjala para que aprenda” y, fíjate, muchas veces es así que el niño o la niña no lo hace más. Luego en la escuela, la educación es estándar y somos evaluados con las A, B, C, D, F. Somos preparados para continuar los estudios en la universidad y es ahí donde el cometer errores es cada vez más perjudicial para nuestro futuro y nos aterra fracasar en un examen o proyecto porque sentimos que nuestra vida profesional está en riesgo.
Esos años de formación y educación académica tienen como meta que nos convirtamos en excelentes empleados. Que aprendamos a cumplir con las tareas, horarios, “deadlines”, etc. sin o con muy pocos errores que puedan hacer que nuestro empleador pierda dinero. Así es como nos enseñaron, a una inmensa mayoría de la población, a ganarnos la vida. Reconozco que uno de mis grandes errores en la universidad fue el no “aplicarme” en los estudios. Mis notas en las matemáticas son un chiste junto con algunas en mi materia de concentración, química. Sólo obtuve buenas notas en las clases en las que me disfrutaba lo que aprendía. Esto me llevó a ser rechazada para el grado de maestría en Ciencias de Alimentos, que tanto me apasionaba. Y ahí sentí el peso de ese error extendido por 6 años.
Ya a nivel laboral, obtengo un empleo muy interesante en una empresa de carga marítima. Un mundo completamente diferente y único en el cual los errores pueden tener graves consecuencias como sanciones y multas a las empresas y por ende el despido de empleados. Es en este punto que me doy cuenta de que el miedo a cometer errores en el ámbito laboral ha trascendido al resto de las áreas de mi vida. Entonces, me daba miedo a cometer un error y perder una amistad o hasta mi matrimonio; miedo a irme al infierno por mis errores (éste en realidad lo cargo desde siempre); miedo a ofender a otros sin querer, etc. Pero ¿por qué algunos tenemos tanto miedo a equivocarnos? Pues para la sociedad en general errar es foco de burla y acusación. La persona que se equivoca, por mínimo que sea el error, “es un ignorante”, “no tiene conocimiento de nada” y por ende, quizás, “no merece ser escuchado o leído en un futuro”.
Mientras cursaba mi último año de universidad, mi esposo y yo conocimos una forma diferente de generar ingresos. Nos introducimos en el mundo del mercadeo en redes. Algo que me marcó es que los que viven de ese ingreso pasivo, siempre recuerdan sus errores de manera diferente a la que muchos hacemos. Se ríen de ellos, se los disfrutan y siempre son enfáticos en que sin esos errores hoy no serían los empresarios internacionales que son. Tuve un choque mental porque, mientras en un lado el enfoque es que NO se puede cometer errores, porque se pierde, por otro lado, el cometer errores es parte del diario vivir y se gana. Comencé a buscar y leer sobre libertad financiera, emprendimiento, negocios, etc., y noté que el errar “no es tan malo na’.” Uno de mis autores y empresarios favoritos, Robert Kiyosaki, cuenta en su libro “Antes de que renuncies a tu empleo” (de la serie Padre Rico Padre Pobre), cómo fracasó en los primeros negocios que comenzó. El libro entero explica como de sus fracasos y errores aprendió. Cada vez que se equivocaba se levantaba haciendo más dinero evitando cometer el mismo error. Me grabé claramente qué cuando cometa un error, pase el enojo o la frustración rápido, aprenda y me levante a seguir.
Así mismo existen cientos de historias de éxito en las que fracasaron no una ni dos veces, en ocasiones hasta cientos de veces. El Colonel Sanders, creó 1009 recetas de su famoso pollo frito antes de fundar KFC (1). Walt Disney fue despedido, rechazado y se fue a la quiebra antes de crear su “master piece”, Mickey Mouse (2). La lista continúa, pero creo que ya entendiste el punto. Ahora bien, ya sabes que equivocarse, errar o fracasar no es “tan malo” como nos enseñaron; más bien sin errores no encontrarás el éxito. ¿Qué hacer ahora? Primero, entender que errar es normal, aceptar tu error, pedir disculpas (si es necesario), analizar por qué ese error, enmendarlo o simplemente cerrar el capítulo y comenzar algo nuevo.
No eres bruto(a), torpe, fracasado(a), menos persona, eres un ser humano normal así que ¡Equivócate!
Referencias:
https://www.huffingtonpost.es/2013/11/12/fracasar-antes-del-exito-xyz3_n_4258451.html